Ronin: literalmente "hombre de las olas". Samurái sin señor ni feudo al que acogerse y, por tanto, sin honor que, errante "como una ola en el mar", debía buscarse la vida, normalmente como mercenario o aventurero de fortuna.
Hoy voy a cambiar de tercio. Aprovechando el reciente visionado de la película Los 47 Ronin. La leyenda del samurái protagonizada por Keanu Reeves (?) he decidido que, antes de lanzarme a realizar una crítica de dicha película, tal vez sería interesante empezar por contar esta historia tan popular en el país nipón y, de paso, comentar también algunas de las versiones tanto literarias como cinematográficas que se han hecho de la misma y que están accesibles al público español.
Como todo ello va a resultar muy largo para una sola entrada he decidido dividirlo en varias partes que iré publicando sucesivamente. Dicho esto, vamos allá:
La historia de los 47 ronin, también conocida como "la historia de los leales seguidores de Akó" o "la historia de los leales seguidores de Asano" es un hecho real histórico que sucedió allá por 1701 y que, desde entonces, ha capturado la imaginación y el fervor popular del pueblo japonés a través de todos los medios imaginables: obras de teatro kabuki, de teatro de marionetas, novelas, películas de cine e incluso adaptaciones al manga. Se trata de una historia de lealtad y venganza protagonizada por 47 valerosos guerreros cuyo impacto cultural en el país nipón, por los motivos que explicaré en la entrada final, es difícil de comprender en el mundo occidental, ni siquiera equiparándolo a otras historias o personajes históricos más cercanos a nosotros como puede ser el Cid Campeador, por poner un ejemplo.
Sin embargo, antes de empezar con la historia en sí y para poder entenderla bien, hemos de empezar por conocer un poco, siquiera someramente, el contexto y las circunstancias históricas en que ésta se produjo y esa es la razón por la que en esta primera parte vamos a hablar del shogunato Tokugawa.
Simplificando mucho la historia para no aburrir, diremos que hacia el 1600, Japón venía de arrastrar un largo período de guerras civiles entre diversos señores de la guerra, cada uno de ellos intentando imponer su poder sobre los demás y convertirse en el gobernante "de facto" de todo el Japón. Existía el emperador, pero éste hacía ya mucho que había quedado convertido en una figura de importancia más simbólica que real en manos de los diferentes generales que, sucesivamente, se habían ido haciendo con el poder en el país. A pesar de ello, la importancia del emperador como símbolo seguía siendo muy importante para el pueblo japonés y por ello, ninguno de dichos generales se atrevió a suplantarlo ni mucho menos a eliminar su figura.
Normalmente, cuando uno de estos generales, como los famosos Oda Nobunaga o Toyotomi Hideyoshi, alcanzaba el poder, se hacía nombrar o llamar kampaku, que viene a significar "regente", y a gobernar en nombre del emperador, pero ninguno de ellos logró una paz realmente duradera.
Todo ese período de inestabilidad y desórdenes terminó cuando en el año 1600, tras su victoria en la batalla de Sekigahara, el general Ieyasu Tokugawa se hizo con el poder supremo por encima de todos sus rivales.
Batalla de Sekigahara (1600)
Inmediatamente, Ieyasu se hizo nombrar Shôgun, un título que veía a ser algo así como una especie de "dictador militar" y que implicaba más poder y estatus que un mero kampaku ya que sólo podía ser, entre otras cosas, detentado por descendientes de la antigua y poderosa familia Minamoto, descendientes ellos mismos de emperadores.
Si algunos de vosotros sois de la generación del 70 como yo, seguramente recordaréis una serie de televisión muy popular titulada precisamente Shôgun protagonizada por Richard Chamberlain y en la que el no menos popular actor japonés Toshiro Mifune interpretaba al general Toranaga que en realidad no era sino un trasunto del propio Ieyasu Tokugawa histórico.
La serie concluía, precisamente, con la victoria militar de Toranaga sobre sus rivales convirtiéndose en Shôgun de Japón.
Toshiro Mifune interpretando a Toranaga/Ieyasu Tokugawa en la miniserie de 1980 "Shôgun"
El caso es que, una vez victorioso, Ieyasu se dispuso a organizar un sistema de gobierno que asegurase tanto la estabilidad política del país como la permanencia de su propia familia en el poder y es a ese sistema de gobierno al que se conoció como Shogunato Tokugawa que duró desde 1600 hasta nada menos que 1868, lo cual no es moco de pavo.
Y así de guapo parece ser que era el verdadero Ieyasu Tokugawa...
Para ello, el Shôgun acaparó todo el poder político y militar del país mientras que el emperador quedaba reducido a una figura prácticamente representativa pero aún así muy importante pues ostentaba el poder espiritual y religioso (los japoneses creen que el emperador desciende en línea directa e ininterrumpida de la mísmisma diosa del sol, Amateratsu) y con su aceptación, proporcionaba legitimidad al propio Shôgun. Para reforzar este último aspecto, el de la legitimidad de la familia Tokugawa como shogunes, pronto Ieyasu Tokugawa inició una política de matrimonios entre su propia familia y la del emperador.
Pero para dejar clara la separación de ámbitos y poderes, el emperador siguió manteniendo su corte en la capital tradicional, Kyoto, mientras que el Shôgun estableció su capital en Edo, la futura Tokyo, que poco a poco iría ganando importancia hasta sobrepasar a la antigua capital.
Además, para asegurar la paz y que ningún otro señor de la guerra volviese a intentar arrebatar el poder a él o a ninguno de sus descendientes iniciando un nuevo período de guerras civiles, Ieyasu inició una serie de reformas encaminadas a disminuir el poder de los daimyos o señores feudales así como de los fieles guerreros que les servían, los samuráis.
Entre estas reformas se encontraba el pago de fuertes impuestos que además debía ser en dinero y no en especie (por lo general arroz), lo cual hizo que muchos de esos señores tuvieran que dedicar muchos de sus sirvientes samuráis a labores administrativas además de dejar a muchos de esos señores progresivamente en manos de prestamistas y comerciantes, quienes les adelantaban el dinero para pagar los impuestos al Shôgun a cuenta de los rendimientos de las futuras cosechas.
Además se les impuso la norma de que sus esposas debían residir no en el feudo propio de cada uno sino en Edo con lo cual el Shôgun se aseguraba tener unos valiosos rehenes cerca con los cuales asegurarse la fidelidad de sus belicosos señores feudales mientras que ellos mismos tenían que pasar también, de vez en cuando, ciertos períodos en la capital para rendir determinados servicios al Shôgun. Normalmente dichos períodos eran de un año de duración pero podían ser de hasta dos. Todo ello redundó en la cada vez mayor importancia de Edo como capital debido al consecuente aumento de población, además de contribuir el progresivo empobrecimiento de los daimyos, al tener, encima, que afrontar los gastos que suponía su presencia en la corte.
Y uno de esos servicios al que acabamos de hacer referencia es, precisamente, el que acabo ocasionando el incidente que dio lugar a la "gesta" de los 47 ronin:
Por si os habéis perdido: como hemos dicho, el emperador residía en la capital tradicional, Kyoto, mientras que el Shôgun lo hacia en Edo. Ambos, Shôgun y emperador se repartían el poder correspondiéndole al Shôgun el poder "de facto", político y militar, y al emperador el poder espiritual y religioso, de gran importancia simbólica para el pueblo. El Shôgun, aunque tomase todas las decisiones correspondientes al gobierno, seguía necesitando al emperador para que legitimase su posición al frente del país.
Es por ello que, para simbolizar la aparentemente "cordial" relación entre emperador y Shôgun, sobre todo de cara al pueblo, cada año nuevo se realizaba una importante ceremonia en la que el emperador enviaba unos emisarios de parte suya a Edo a rendir sus respetos al Shôgun mientras que éstos eran recibidos por el propio Shôgun en su corte con todo el boato, pompa y circunstancias posibles, tal como si se tratase del propio emperador en señal de sumisión y respeto hacia el mismo.
Para que os hagáis una idea, la que debía montarse sería algo parecido a esto
Durante toda esa ceremonia y para mostrar ante el emperador su dominio sobre sus señores feudales, el Shôgun se hacía acompañar de dos daimyos que, cada año eran elegidos por sorteo, para lo cual tenían que trasladarse a la corte y, además de gastarse una pasta para estar "aparentes" ante los enviados imperiales, ser instruidos adecuadamente en los complicados rituales cortesanos de forma que no cometieran ningún error de protocolo en las ceremonias que tendrían lugar, pues cualquier mínimo fallo podría suponer una gravísima ofensa de cara al propio emperador. Para ello, los daimyos tenían que personarse unos meses antes en la corte con el fin de ser convenientemente "educados" en los usos y ritos cortesanos por un "maestro de ceremonias" designado por el Shôgun.
En resumen, que ser "agraciado" por el dichoso sorteo constituía para muchos de esos daimyos, sobre todo para aquellos que vivían en los feudos rurales más alejados y todavía apegados a las antiguas tradiciones, una "putadilla" similar a cuando te tocaba hacer la mili hace unos años o, salvando las distancias, que te toque hoy en día ser elegido como presidente de la comunidad de vecinos...
Y así estaba la situación cuando, justo unos 100 años después de la batalla de Sekigahara y de la implantación de tan "maravilloso" y organizado sistema político, sucedió el llamado "incidente Asano" que hizo pasar a la historia a los famosos 47 ronin...
(Continuará...)
No hay comentarios:
Publicar un comentario