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viernes, 18 de marzo de 2016

Héroes viejos y cansados




Hola, amigos. Siento la tardanza. La maldita gripe (no la gripe española, afortunadamente) me ha tenido unos días más de la cuenta alejado del blog pero ya estoy de vuelta.

Pensaba escribir acerca de una novela de ciencia ficción que he leído hace poco pero, a última hora, he decidido cambiar el tema de esta entrada.

Supongo que todos sabréis ya la noticia: vamos a tener nueva película de Indiana Jones, la quinta, y va a volver a estar dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por Harrison Ford. la película se estrenará dentro de tres años, en el 2019, lo que quiere decir que el bueno de Ford contará ya con ¡77 años! cuando, en la primera de las películas sobre el personaje, tenía 38.

Naturalmente, la red se ha empezado a hacer eco de esta noticia con comentarios, la mayoría de ellos jocosos, cuando no algo hirientes, acerca de la edad de Ford para encarnar al personaje. Chistes y gracietas al respecto no han dejado de sucederse desde entonces e incluso hay quien se ha apresurado a pedir por ahí al actor que se aparte y deje su lugar a otros actores como Chris Pratt o incluso a su hijo en la ficción, Shia LaBeouf.

Un momento... ¿Shia LaBeouf? ¿¿Shia Labeouf?? ¿De verdad? ¿De verdad alguien está diciendo que preferiría ver una película sobre Indiana Jones protagonizada por el infumable LaBeouf antes que por Ford? ¿¿Es que nos hemos vuelto locos o qué??

¿De verdad alguien puede querer que éste sea el nuevo Indiana?

Vamos a ver... Yo también me encuentro entre los que piensan que Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, pese a unas cuantas buenas ideas de partida (ambientarla en plena Guerra Fría con los comunistas como nuevos adversarios, usar las teorías de von Daniken, tan en boga a finales de los 60, como mcguffin) fue un completo y absoluto desastre, pero ello no fue debido a la edad de Ford para el personaje, sino a un guion que no había por donde cogerlo, a unas interpretaciones un poco lamentables por parte de algunos (¿te pitan los oídos Karen Allen?), a una dirección bastante deficiente por parte de Spielberg y a unos efectos especiales generados por ordenador que daban vergüenza ajena, entre otras cosas.

En principio, yo no soy para nada contrario a que se haga una nueva película de Indiana Jones con Harrison Ford aunque este vaya a tener casi 80 años cuando se estrene. De hecho, por simpático que me caiga Chris Pratt (me cayó bien en Guardianes de la galaxia y cumplía  en Jurassic World) y por mucho que piense que no le quedaría mal el sombrero de nuestro querido arqueólogo, de ahí a pensar que puede ser mejor que Harrison Ford, va un trecho.

Porque la idea de coger a un héroe icónico, al que todos hemos idolatrado y venerado, y mostrarlo en su vejez para que veamos cómo le ha afectado la decadencia física y el paso del tiempo no es nueva ni mucho menos. Se ha hecho muchas veces en la literatura, el comic y el cine y, es más, puede dar muy buenos resultados si se hace bien.

Así, cuando hablamos de héroes viejos y cansados es inevitable acordarse de esa maravilla cinematográfica que es Robin y Marian dirigida por un Richard Lester y protagonizada por unos Sean Connery y Audrey Hepburn en completo estado de gracia, eso sin contar con la maravillosa banda sonora de John Barry.

La película usa el envejecimiento de los personajes para proponer una estupenda reflexión sobre el paso del tiempo, la vejez, el amor y la muerte. Robin vuelve a su casa después de un nefasto paso por las Cruzadas siguiendo al impresentable de Ricardo Corazón de León y se encuentra todo cambiado: se pierde en su propio bosque invadido por la foresta y el amor de su vida se metió a monja años ha. Nada es lo que era, ni siquiera el malvado Sheriff de Nottingham (ya no tan malvado, pues el paso del tiempo ha hecho que el respeto sustituyera al encono) y los huesos crujen al levantarse, los combates agotan y el amor... el amor ya no esta hecho para sufrir.

No destripo el final pero baste decir que tiene la que posiblemente sea la declaración de amor más bella de la historia del cine. Podéis verla aquí (bajo vuestra propia responsabilidad, pues hay SPOILER):

¡Te amo!
 
 El propio Connery volvió a interpretar a otro conocido héroe envejecido, nada menos que a James Bond en Nunca digas nunca jamás. La película evidencia ya en su título la intención un poco paródica a costa del personaje (después de Diamantes para la eternidad Connery había jurado que nunca volvería a interpretarlo). Si bien la película no está mal y tiene cosas destacables, también es cierto que no llega a jugar a fondo con las posibilidades que podría haber dado el ver a un Bond mermado en sus aptitudes físicas y amatorias. A ese respecto, lo mejor es, sin duda, el comienzo de la película, en el que vemos como Bond es sometido a una rigurosa prueba de entrenamiento, tras la cual es enviado a una clínica de reposo para "ponerse en forma" y vemos de primera mano el efecto que tantos años de dry martinis han tenido en la orina del famoso agente...

Creo que tienes el ácido úrico un poco alto...

Otro magnífico ejemplo cinematográfico, más reciente, donde se utiliza el envejecimiento físico de un conocido personaje para reflexionar agudamente sobre temas que, al final (si tenemos suerte), nos van a afectar a todos, es la estupenda Mr. Holmes, protagonizada por Ian McKellen y basada en la novela de Mitch Cullin "Un pequeño truco mental" (aunque aquí, en España, la novela se tituló igual que la película). Ambas nos presentan a un Sherlock Holmes de 90 años que tiene que lidiar con las consecuencias de su prolongada vejez, entre ellas la demencia senil y los principios del Alzheimer, cosa nada fácil de aceptar para la que ha sido la mente más aguda del mundo. Pero no sólo de las consecuencias físicas de la vejez nos habla la película sino que también nos propone una aguda reflexión acerca del efecto que tienen en nuestras vidas la pérdida de los seres queridos y de la necesidad, cuando se acerca el final, de ajustar cuentas con nuestra trayectoria vital y con todas aquellas cosas que no supimos, o no quisimos, resolver adecuadamente.

 ¿Dónde habré puesto yo mi lupa?

Y es que hasta los más duros se hacen mayores y si no que se lo digan a Mad Max. Quién nos iba a decir a nosotros que nuestro traumatizado y duro policía del futuro después de haberse pegado un par de películas exterminado a pandilleros de la Australia postapocalítica y enfrentándose a hordas de neo-punks ansiosos de gasolina, iba a peinar canas y a redescubrir el instinto paternal que le arrebataron cuando asesinaron a su retoño. Aunque bastante vilipendiada en su momento y no carente de defectos (esa violencia rebajada y casi cartoonesca) lo cierto es que Mad Max, más allá de la cúpula del trueno posee no pocos elementos de interés derivados de esa nueva concepción del héroe, más maduro, más cansado y menos ávido de venganza. Y es que en la tercera (y hasta hace poco creíamos que última) entrega de las andanzas del héroe futurista vemos cómo éste encuentra nada menos que una ¿idílica? tribu de niños perdidos en la más pura tradición de El señor de las moscas y ¿qué decide hacer nuestro héroe? ¿salir otra vez a la carretera a seguir repartiendo estopa a diestro y siniestro? Nooooo, que ya estamos mayorcitos para eso. No, nuestro héroe se dispone a pasar allí su más que bien ganada jubilación aunque para ello se tenga que convertir en un émulo cualquiera del coronel Kurtz impidiendo incluso que algunos de los jovenzanos rebeldes se escapen de la tutela paterna hacia su tierra prometida en busca de su independencia.

Y sin embargo, cuando algunos de ellos escapen hacia esa mítica ciudad del mañana-mañana, en vez de desentenderse y quedarse en su nuevo recién descubierto oasis de paz y tranquilidad, Max saldrá en busca de sus niños perdidos aunque sabe que eso probablemente le supondrá el no retornar jamás. Tal vez el Max de la película anterior no lo hubiera hecho. Recordemos como entonces, tras lograr entrar en la ciudad sitiada con el camión que necesitaban, Max se niega a seguir con ellos y se dispone a partir con sus bidones de gasolina de recompensa sin importarle nada más que su coche y la carretera por delante. Pero ya lo dice la canción de la película: "No necesitamos otro héroe". Max es consciente de que su tiempo como vengador ha pasado, el mundo del que viene, ese mundo, aún imperfecto pero en trazas de civilización (ya tienen gas, electricidad) ya no le necesita, no necesita a los guerreros descastados como él, asociales, que no encajan en ningún lugar, un bárbaro para tiempos bárbaros que ya están quedando atrás. es por eso que, en esta entrega, Max decide retomar su olvidado papel de padre y aceptar la responsabilidad de entregar un futuro a esos sus hijos putativos en lugar de limitarse a sobrevivir. Y es por eso también que, una vez llegado a ese punto, ya no puede volverse atrás y por eso la nueva entrega de las aventuras del antihéroe ha tenido que narrarnos otra aventura situada cronológicamente antes de esta otra.

Aquí yo y mis churumbeles, la adolescente díscola, el pequeñín travieso...

Y, evidentemente, no podía dar este repaso por los "héroes envejecidos" del cine sin hablar de la tripulación más veterana y gerontológica del espacio exterior, una que, como se solía decir "tenía más mili que el Capitán Trueno". Me estoy refiriendo, claro está, a la tripulación de la nave Enterprise de la saga de películas Star Trek.

El Enterprise... ¿nave espacial o asilo?

La verdad es que, si obviamos a la primera película de la saga, la dirigida por Robert Wise, que jugaba a un juego distinto, el de la nostalgia recuperada (sólo así se pueden entender escenas tan excesivas como el onanista recorrido por el exterior de la nave Enterprise en una escena interminablemente alargada durante minutos y más minutos), las demás películas de la serie siempre han jugado con el tema de la edad de sus protagonistas. Especialmente las dos dirigidas por el que posiblemente sea el mejor director de la franquicia, Nicholas Meyer: Star Trek. La ira de Khan y Star Trek. Aquel país desconocido, segunda y sexta entregas respectivamente.

Así, ya en la segunda película, para muchos la mejor de la franquicia, vemos como el tema principal no es tanto la venganza de Khan sino que esta es la excusa para hablar del paso del tiempo, de la vejez (no en vano la película empieza con el cumpleaños de Kirk y el cachondo de McCoy regalándole unas gafas para poder "ver de cerca"), de la muerte y la pérdida y, sobre todo, de la necesidad de madurar, aunque sea tarde, todo ello personalizado en Kirk y su recién descubierto hijo y, especialmente en la relación entre Kirk y Spock y en como el primero aprende, a costa del segundo, que no se puede ganar siempre, una lección que hasta entonces nunca había tenido necesidad de aprender (en la serie original sabías que SIEMPRE iba a salirse con la suya).  Y sin embargo, la película nos muestra como, por contradictorio que pueda parecer, sólo a través de esos proceso de maduración personal y aceptación de ese paso del tiempo es como podemos volver a sentirnos jóvenes otra vez. Al principio de la película, con ocasión de su ya citado cumpleaños, el doctor McCoy le pregunta al Kirk cómo se siente y este le responde que se siente viejo, cansado. Es un hombre que se sabe fuera de su tiempo, que sabes que (aparentemente), sus días de gloria (los de la serie de los 60) han acabado. En realidad es un hombre de los años 60 (los de la serie, me refiero) atrapado en el siglo XXIII. Y habrá de ser, precisamente, un viejo enemigo olvidado de ese pasado sesentero quién habrá de retornar para que Kirk pueda acabar de saldar las cuentas pendientes con ese pasado y, a partir de ahí, seguir adelante. Por eso, cuando se le vuelve a repetir la pregunta al final de la película, a pesar de la pérdida que acaba de sufrir, Kirk por fin se ve en condiciones de responder: "¿Qué cómo me siento? Me siento joven".

Si esto no es un gesto "typical" de abuelo, que baje Dios y lo vea

El éxito de la película propició que se fueran haciendo secuelas y cada una de ellas continuó incidiendo más o menos jocosamente en el tema de la edad de sus protagonistas a medida que su edad iba avanzando al ritmo de la saga hasta que fue más que evidente que se tenían que jubilar. Y no fue casualidad que la ultima película "oficial" a cargo de la tripulación original volviera a estar dirigida otra vez por Nicholas Meyer.

En ella, la referencia a la edad avanzada de los personajes es constante: Kirk esta más en plan "abuelo cascarrabias" que nunca, sobre todo cuando descubre que Spock les ha embarcado de nuevo a todos como "voluntarios forzosos" en una peligrosa misión a tres meses de su merecido retiro, sin consultarles siquiera y, encima, para salvar a sus odiados klingons, responsables de la muerte de su único hijo; más adelante veremos los apuros físicos por los que pasan Kirk y McCoy cuando sean encerrados en el duro presidio de Rura-Penthe y su posterior fuga mientras que en la película anterior ya vimos los apuros de otro tipo por los que pasó Scotty durante su breve (pero intenso) escarceo amoroso con Uhura porque ¿quién dijo que no había sexo en la tercera edad? Y es que, quien tuvo...

¡Ay, qué me da algo!

La película, estrenada en 1991, propone su propia revisión del final de la Guerra Fría y la caída de la Unión Soviética, identificada con el Imperio Klingon, y es consciente de su particular estatus como cierre de ciclo, tanto del momento histórico que refleja (en la realidad y en la ficción), como del momento vital de sus personajes, a punto de entrar en la jubilación y sabedores de que su tiempo ha pasado pues de si algo trata esta película es de eso: del miedo al cambio. Todo en esta ella tiene, pues, sabor a despedida pero no triste sino, a tono con el espíritu de la saga y sus personajes, despedida optimista, llena de esperanza en el futuro, como queda rubricada en esa estupenda frase final, parafraseando a Peter Pan, que bien podría convertirse en todo un lema vital:

- ¿Qué rumbo tomamos, capitán?
- Segunda estrella a la derecha, todo recto hacia el mañana....

Y no, no me he olvidado de nuestro famoso y querido Rocky Balboa, quien en su última película, Creed, se ve obligado, tras colgar los guantes, a retomar el papel de entrenador y mentor que antaño hiciera el gran Meredith Burguess, además de hacer frente a su viudedad, a la edad y a la enfermedad. Si no he hablado de ella es simplemente porque aún no la he visto.

Yo sí que ya casi no me siento las piernas...

Sin embargo, no querría terminar este recorrido por los "héroes viejos" sin un par de apuntes ya fuera del cine. Para que veáis que ni siquiera los superhéroes se libran: en el famoso comic de Frank Miller, Batman, el regreso del caballero oscuro vemos como un Bruce Wayne ya retirado, viejo y cínico, tiene que volver a enfundarse la capa del hombre murciélago para, en una postura moralmente discutible (pero acorde con el personaje y su edad), tratar de imponer un nuevo orden más seguro (¿pero más justo?) en un mundo donde ya no existen los blancos y negros y todo es de un gris muy oscuro... Lástima que la última adaptación del citado superhéroe, Batman vs Superman, basada parcialmente en este comic, obvie, al parecer, los interesantes elementos de reflexión que el mismo propone sobre el papel de los guardianes del orden... 

 Y es que... ¿quién vigilia a los vigilantes?

 Y, ahora sí, para terminar, me remito al héroe más antiguo (que no viejo) de todos los que he mencionado: Beowulf, héroe protagonista del cantar épico anglosajón del mismo nombre. Este poema épico, escrito probablemente en el siglo XI, en un alarde de modernidad, nos presenta, en su primera parte, al héroe joven y en la plenitud de sus facultades, derrotando al malvado monstruo Grendel y a su madre para, después, en su segunda parte, dar un salto temporal de 50 años y mostrárnoslo cuando, rey ya y en su vejez, debe hacer frente a un temible dragón que asola su reino a pesar de saber que ello le supondrá la muerte. Para los que no conozcáis esta clásica y hermosa historia de heroísmo, responsabilidad y épica, os recomiendo que veáis la estupenda adaptación que de ella hizo Robert Zemeckis en animación por ordenador a través del método de captura de imagen, proponiendo, además, una relectura del mito con un subtexto pero que muy interesante.

Y yo ahora a ponerme a matar dragones cuando debería estar pensando en irme a Benidorm...

He querido terminar con este último ejemplo para que veáis que le de coger a un héroe consagrado y ponerlo a vivir aventuras ya de viejo, no es algo nuevo sino que lleva haciéndose desde siempre y que hasta los antiguos lo hacían pero siempre con una intención más allá de la de ver a alguien achacoso haciendo el ridículo intentando reverdecer laureles...

En fin, y todo este rollo para que veáis que los héroes, aun los más clásicos e incombustibles, también envejecen y por qué a mi no me parece mal que hagan una nueva película de Indy con 77 años. Creo que una película así, si se hace bien y tiene un buen guion puede dar mucho juego y dar mucho de sí y, quién sabe, tal vez hasta inducirnos a un par o más de buenas reflexiones sobre un momento de la vida que a todos nos ha de llegar. Después de todo, no podemos olvidar que algunos de nosotros, los más veteranos seguidores del personaje, ya hemos visto a nuestro arqueólogo favorito con este aspecto:

¡Quién me ha visto y quién me ve!

Así que estamos curados de espantos, ¿no? Tal vez así nuestro querido arqueólogo pueda tener por fin la despedida cinematográfica que se merece, la que ya tenía y que le arrebató aquella malhadada cuarta parte que jamás se debió rodar y que tan mal sabor de boca nos dejó. Indy se merece sin duda algo mejor, así que, aunque sólo sea por eso... ¡Bienvenido seas de nuevo, Indiana Jones V! (al menos, de momento).


jueves, 3 de marzo de 2016

10 razones por las que amar Star Trek (la serie original)


"El espacio, la última frontera. Estos son los viajes de la nave estelar Enterprise en una misión que durará cinco años dedicada a la exploración de mundos desconocidos, al descubrimiento de nuevas vidas, de nuevas civilizaciones, hasta alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar."
Capitán James T. Kirk
 
 


Bueno, y no podíamos inaugurar este blog sin una entrada referente a la serie que ha inspirado su nombre. Sí señores, soy un trekkie, es decir, un fan irredento de Star Trek, la serie original (o lo que los fans suelen llamar Star Trek TOS, siglas de "The Original Series"), ¡qué se le va a hacer! El caso es que, a continuación, voy a detallar los 10 principales motivos por los cuales llegué a convertirme en un trekkie y, acaso, por los que vosotros mismos podríais llegar a serlo. Ahí van:
 
 
1. Porque en ella puede pasar de todo
 
Uno de los principales motivos de satisfacción con el que se puede encontrar el espectador que se acerque ver esta serie por primera vez es el deleite producido por el no saber qué te vas a encontrar cada vez y ser consciente de que todo en ella es posible, hasta lo más loco: desde aterrizar en un planeta y ver que su civilización es idéntica a la de la Alemania nazi, a la del Imperio Romano o a la mafia de los años 20, a encontrarte en otro habitado sólo por unos maquiavélicos niños, o en otro dominado por tres aburridos cerebros sin cuerpo cuya única satisfacción es apostar en sangrientos juegos de azar, que la nave Enterprise quede engullida por una especie de ameba gigante que habite en el espacio o que, de repente, el capitán Kirk quede atrapado en un cuerpo de mujer (con todo lo que ello comporta..) o ver al pobre Spock bailando un zapateado andaluz. De todos ellos, mi favorito es el de los nazis y es que ver a Spock vestido nada menos que de soldado de las SS y tratando de ocultar sus orejas con el casco tiene su guasa...
 

 
 
 
Pero cómo sé que  también os estáis muriendo de ganas de ver al Spock andaluz, ahí va. ¡Ozú mi arma! ¡Eso es arte y lo demás son tonterías!
 
 
 
 

2. Porque es una serie progresista
 
Aunque Gene Roddenberry, creador de la serie, tuvo que venderla a los productores como "una serie de caravanas en el Oeste pero en el espacio" la verdad es que el tipo era todo un progresista (dentro de lo progresista que podía ser un americano de los años 60) y así se las ingenió para trufar la serie con toda una serie de detalles y mensajes que suponían toda una llamada de atención al stablishment de entonces. De ahí el arriesgado salto que suponía crear una tripulación multirracial donde, además de americanos, había en posiciones de mando un europeo (escocés por más señas), un negro africano (¡y mujer!), un oriental ¡y hasta un ruso! que, encima, no paraba de contar historias ensalzadoras de su amada madre Rusia (en plenos tiempos de la Guerra Fría, no olvidemos). Y es que en el futuro de Star Trek ya no existían las guerras ni las disensiones políticas entre los seres humanos.
 
Pero, además de ello, fue en Star Trek, donde tuvo lugar el primer beso interracial, entre un hombre blanco y una mujer negra, en la historia de la TV americana (en el mismo episodio que el del "zapateado") y eso, que hoy en día nos puede parecer una tontería, en la América de los 60 no lo era. Sin olvidar tampoco, las múltiples referencias a la compleja realidad de la época. Así en "La pequeña guerra privada" no dudaron en tratar el espinoso tema de la intervención americana en la guerra de Vietnam: los Klingon han enseñado a parte de la pacífica población del planeta Neural las armas de fuego y Kirk no sabe qué hacer: ¿enseña a los que todavía usan armas y flechas a combatir? ¿No provocará eso una Guerra Civil? ¿Y si no lo hace? Como demuestra el episodio, no hay soluciones buenas y aunque el guión parece decantarse por la opción del "intervencionismo", el buen doctor de la nave no dudará en afearle al capitán su elección.  Y en "Que ese sea su último campo de batalla" Roddenberry no duda en mostrarnos lo ridículo del racismo al contarnos la peripecia de  Lokai, un tipo con la cara como las fichas de dominó, de dos colores, blanca y negra, que pide asilo político por verse perseguido por Bele, otro tipo del mismo planeta y de iguales colores… pero inversamente situados. Sus conversaciones muestran la estupidez de la segregación racial, acabando con la paciencia de la tripulación ...y, de paso, con algo más.

 


3. Porque es una serie de personajes

Por encima de los viajes espaciales, las aventuras y exploraciones, los nuevos planetas y razas, siempre estuvieron los personajes. Star Trek es, ante todo, una serie de personajes, en concreto tres, y sobre la amistad: el (aparentemente) frío, racional y lógico Spock, el temperamental y emotivo (como no puede ser de otro modo debido a su profesión) dr. McCoy y, ejerciendo de contrapunto y equilibro entre ambos, el capitán Kirk. Su relación es la que define realmente la serie y nunca se ve mejor que en este episodio, La telaraña Tholiana, en la que Kirk desaparece debido a un accidente quedando la nave bajo el mando de Spock, cuyo nuevo estilo de capitanear, basado exclusivamente en la lógica, provocará los conflictos con el resto de la tripulación y, en especial, con el doctor. Al final, un mensaje dejado por el previsor Kirk contribuirá a dejar las cosas en su sitio. El final del episodio es memorable.
 
 
 
 
Por supuesto, tampoco faltan los que han querido ver en dichas relaciones de amistad masculina "algo más"... Slash es el termino anglosajón con el que se conocen esas "pajillas mentales" que algunos se hacen especulando acerca de las posibles relaciones homoeróticas entre dos personajes de ficción como Holmes y Watson, Batman y Robin, Epi y Blas, Frodo y Sam... y, por supuesto, tampoco Star Trek pudo escaparse al slash: en La época de Amok, Kirk se ve obligado a llevar con urgencia a su amigo Spock a su planeta de origen, Vulcano, para que reciba un "alivio" pues, si no se aparea cada siete años, muere. Allí resulta que su hembra se ha buscado otro maromo y para desfacer el entuerto no se le ocurre otra cosa mejor que enfrentar a Spock en un duelo a muerte con Kirk, al que aquel cree haber matado. La reacción del normalmente frío y racional Spock cuando se da cuenta de que su querido amigo sigue vivo hizo el resto. Observad el cruce de miraditas y ya tenemos el slash.
 
 
 


4. Por los viajes en el tiempo

Reconozcámoslo, como ha demostrado recientemente la española El Ministerio del Tiempo, los viajes en el tiempo han sido, ya desde los tiempos de H. G. Wells, uno de los recursos más entretenidos y divertidos de la ciencia ficción, además de provocar no pocas reflexiones. Como no podía ser de otro modo, Star Trek también se asomó al tema de los viajes en el tiempo en episodios como Horas desesperadas, El mañana es ayer, Misión: la Tierra o Todos nuestros ayeres pero es, sin duda, La ciudad al borde de la eternidad el episodio donde se le sacó más partido al tema, ofreciéndonos, de paso, una de las más emotivas historias de amor de la TV de la época. Con una Joan Collins encantadora y en la plenitud de su belleza (y de la que es difícil no enamorarse como el propio capitán Kirk), el episodio obtuvo el Premio Hugo (los Oscars de la ciencia ficción como si dijéramos) y su guión, obra del reconocido escritor de ciencia ficción Harlan Ellison, ganó el Premio de la sociedad de Escritores de América de ese año por el mejor guion dramático de una hora de duración, además de ser considerado por la mayoría de los fans como el mejor episodio de la serie (no en vano es el que ha dado nombre a este blog).
 
 



5. Por su optimismo antropológico

Sí señores, mucho antes de que nuestro expresidente ZP hiciera popular la expresión, Star Trek ya hizo del "optimismo antropológico" y su fe en el futuro de la humanidad su bandera. Tal vez sea ese uno de los motivos por los que me gusta tanto. Frente a los futuros distópicos que proponían obras como 1984 y Un mundo feliz, Star Trek se atrevía a contarnos un futuro en el que la especie humana había dejado atrás las guerras, y convivía en paz consigo misma y con las demás especies del universo. Y nada plasmaba mejor esa ideología que la famosa Primera Directriz, uno de los inventos más afortunados de la serie: una norma de obligado cumplimiento según la cual los humanos debían respetar todas las culturas con las que se encontraran y evitar entrometerse o interferir con su natural desarrollo y evolución. Claro que eso no siempre era fácil y, a veces, Kirk no dudase en saltarse dicha norma a la torera y más si hay una máquina implicada. En El apocalipsis vemos como dos planetas que han estado en guerra permanente durante siglos han encontrado la solución perfecta para preservar el status quo y eliminar los daños colaterales: dejar que un ordenador simule la guerra y decida al azar los que han de morir voluntariamente sin que por ello nada más quede destruido. Sin embargo, todo se trastoca cuando el ordenador decide que el Enterprise, que andaba por allí, ha sido destruido en un acto de guerra y que, por tanto, también ellos deben someterse voluntariamente a la muerte. No obstante, como señala Kirk, ¿cómo ver la guerra como algo indeseable si ésta ha acabado por convertirse en algo limpio, estéril e indoloro?

El episodio es destacable, además, por prever los juegos de guerra virtuales entre dos jugadores a vastas distancias, generaciones antes de la invención de Internet y de los juegos de estrategia on-line.
 


 

6. Por ser original y arriesgada

En los guiones de Star Trek participaron algunos de los más afamados escritores de ciencia ficción de la época. Ya hemos mencionado anteriormente a Harlan Ellison pero otros de los que colaboraron fueron Robert Bloch, Norman Spinrad o Theodore Sturgeon y se llegaron a adaptar relatos de otros como Fredric Brown. Ello hizo que en la serie se trataran temas propios de la ciencia ficción más sesuda con una mayor complejidad de lo que era habitual (hasta entonces el principal paradigma de la space opera, o ciencia ficción de aventuras, televisiva era la cuasi-infantil Perdidos en el espacio): el primer contacto, los problemas de comunicación y entendimiento con especies radicalmente diferentes o los universos alternativos, también llamados universos paralelos. Éste último tema hoy en día no resulta tan original pero, en aquel tiempo, suponía toda una novedad en la ficción televisiva y dio lugar a episodios tan memorables como este Espejo, espejito en el que, por un error del transportador, Kirk se ve trasladado a una realidad similar a la nuestra (a la de la serie) pero peligrosamente diferente...
 



7.  Por ser tan kitsch

Kitsch: estética pretenciosa, pasada de moda y considerada de mal gusto (diccionario de la Real Academia de la Lengua Española). Pues sí, Star Trek es kitsch, tremendamente kitsch: los uniformes, las minifaldas, los colorines, las extravagantes vestimentas alienígenas... pero reconozcámoslo, esa estética a veces tan hortera y demodé es parte innegable de su encanto porque, vamos a ver... ¿a quién se le ocurriría hoy en día utilizar las alfombras de tu abuela para vestir a una raza extraterrestre?
 
 
 
 
Bromas aparte, Star Trek supo hacer de la necesidad virtud y muchas veces suplir la carencia de medios a base de ingenio y crear alienígenas tan sencillos como efectivos como los que aparecen en El diablo en la oscuridad (una masa de caucho con bultos), El día de la paloma (sólo un conjunto de luces), Los tribbles y sus tribulaciones (una bola de peluche, sin más) y ¿Acaso no hay belleza? (¡tan sólo una caja de la que salen reflejos!). Sin embargo a veces había que mostrar bien a la criatura y no pudo evitar recurrir al consabido monstruo de goma como en Arena, basado en un relato del popular escritor Fredrick Brown, y en el que el capitán Kirk tuvo que enfrentarse a un peligroso saurio bípedo e inteligente. Aunque hoy nos pueda dar un poco de risa lo cierto es que el diseño del mismo a cargo de Wang Chah se ha convertido por derecho propio en todo un icono de la ciencia ficción (y además es que el episodio está muy bien ¡qué caray!).
 
 
 

 

8. Por sus referencias culturetas y cinéfilas

Como hemos dicho, en los guiones de Star Trek participaron algunos grandes escritores de la ciencia ficción anglosajona pero también los guionistas que no procedían del mundo de la literatura, como la gran D. C. Fontana, se encargaron de pergeñar estupendas historias como base para los episodios. Si hay algo que se nota en toda la serie es que los guionistas de Star Trek eran gente culta, con una gran cultura no sólo televisiva sino también literaria y cinematográfica. Por ello no es extraño que muchos episodios se encuentren trufados de citas de grandes obras y autores de la literatura. Así son numerosísimas, por ejemplo, las referencias a Shakespeare y, hasta se permiten el lujo de parafrasearlo en episodios como La daga de la mente.
 
Y no solamente en la literatura sino que también en el cine se fijó Star Trek a la hora de adaptar algunos géneros cinematográficos a su particular universo y así, si en El incidente del Enterprise fue capaz de ofrecernos un relato de espías y agentes doble al más puro estilo John LeCarré, en El equilibrio del terror, también con los intrigantes romulanos como telón de fondo, nos ofreció un excelente ejemplo de thriller bélico en su variante de "películas de submarinos", sólo que con naves espaciales. Tensión propia de la Guerra Fría a la máxima potencia.

 
 
 

9. Por su sentido del humor

A pesar de todo lo que llevamos dicho hasta ahora, de las referencias culturetas, de la colaboración de grandes autores del género, del tratamiento maduro de los grandes temas de la ciencia ficción... Star Trek fue y es, ante todo, una serie divertida, una serie que también supo no tomarse demasiado en serio a sí misma cuando era necesario y con un gran sentido del humor, no dudando, en ocasiones, incluso en meterse de lleno en la comedia pura y dura (algo favorecido por la vis cómica de sus intérpretes, como William Shatner, que no tienen ningún reparo en autoparodiarse a sí mismos como en la ceremonia de los Oscars de hace tres años o en Aterriza como puedas 2. Sólo así pueden entenderse episodios tan hilarantes y desprejuiciados como El cerebro de Spock en el que a nuestro querido Vulcano le roban nada menos que el cerebro y sus compañeros tienen que encontrárselo y reimplantárselo a tiempo mediante una operación ¡en vivo! en la que, encima, es el propio Spock el que le va dando las instrucciones de viva voz al doctor sobre cómo hacerlo (¡Toma ya!). Pero, sin duda, la joya de la corona es éste Los tribbles y sus tribulaciones (acertadísima traducción del título original, "Trouble with the tribbles", que logra conservar el juego de palabras), que es uno de los episodios favoritos de los fans. Y es que a veces la peor invasión no tiene por qué ser "agresiva"...
 
 
 

10. Por Spock

Aunque el protagonista de la serie fuera el capitán Kirk, no cabe duda de que el personaje que acabó haciéndose con la serie y con los aficionados fue el del lógico vulcano sr. Spock. Tanto es así que el propio Spock y su famoso saludo ha terminado por convertirse en uno de los iconos culturales más populares, no sólo de la ciencia ficción sino del todo el siglo XX.

¿Y ello por qué es así? ¿Por qué llegó a calar tan hondo el personaje en la cultura popular? no deja de ser curioso, sobre todo teniendo en cuenta que, tras el primer episodio piloto (que no se llegó a emitir nunca) los productores estuvieron a punto de exigir su eliminación debido a su "aspecto satánico". Tal vez la clave la tenga el escritor de ciencia ficción César Mallorquí cuando, el año pasado, con ocasión de la muerte del actor que lo interpretaba, Leonard Nimoy, escribió en su blog La Fraternidad de Babel lo siguiente:
 
"¿Qué tenía el vulcaniano de especial? Pues algo que por entonces era nuevo e incluso revolucionario (a pequeña escala, claro). Hasta ese momento, la fría racionalidad sin emociones solía presentarse como una actitud negativa, inhumana y, en última instancia, peligrosa. Sin embargo, Spock demostraba que la fría racionalidad conducía a la ética, y que eran las emociones lo que con frecuencia llevaban al desastre. Según la lógica de la serie, Spock era bueno, porque ser bueno es lo racional. Eso no lo había dicho nadie, al menos en TV. Si a esta peculiaridad le añadimos un aspecto físico muy reconocible –ese peinado raro, esas orejas puntiagudas y esas cejas perpetuamente alzadas-, pues ya tenemos un bonito arquetipo."

 Claro que nada de eso hubiera sido posible sin el carisma y la habilidad interpretativa, llena de sutiles matices, como no podía ser de otra forma en un personaje que se supone no puede mostrar emociones pero las tiene, de Leonard Nimoy. Y como muestra nada mejor que ese episodio, Viaje a Babel, en el que averiguamos que, pese a su aparente frialdad, nuestro querido vulcano tiene sus problemas familiares como todo hijo de vecino y que (como descubre alborozado nuestro querido dr. McCoy) hasta tuvo su "osito mascota" de pequeño... Como diría el propio Spock: "Fascinante...".


 
 
 
Bueno, eso es todo de momento, amigos. Espero haber contribuido un poco, si no a haber creado nuevos  trekkies por ahí, al menos a haberos acercado un poco más a este fascinante universo a los que no los conocierais. Hacedme caso y asomaros aunque sea sólo un poco. No os arrepentiréis.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Bienvenidos

Bienvenidos, viajeros que habéis llegado por casualidad (o no) a este blog en el límite de la eternidad. Un blog y un portal desde donde  es posible viajar a cualquier lugar, ya sea en la Tierra o en el espacio más profundo, en el remoto pasado o en el distante futuro. En suma, un lugar donde es posible encontrar cualquier cosa, todo aquello que tenga que ver con la fantasía, la magia y la imaginación.

Ya hace un tiempo (aunque para vosotros todavía no ha sucedido) en que recalara por aquí el capitán Kirk de la nave Enterprise y atravesara mi portal en búsqueda de un buen amigo suyo extraviado en el pasado y encontrando, de paso, el amor en una de las historias más bellas que recuerdo haber visto y a la que homenajea sin disimulo el título de este blog.

Ahora que vosotros también habéis llegado a esta mi humilde morada, permitidme que os haga partícipes, poco a poco, de algunas de las maravillas que he descubierto a través de esta puerta que, como ya habréis podido deducir, no es otra cosa más que una metáfora de la imaginación desbordada que se asoma a través de diferentes formatos como pueden ser los libros, los cómics, el cine o la televisión.

Un conocido mío me dijo que lo más importante a la hora de crear un blog era tener algo que decir.

Bien, yo no sé si tengo algo que decir pero creo que sí tengo mucho que compartir y esa es la intención con la que he creado este blog. ¿Compartir qué? Pues bueno, sobre todo, compartir gustos, impresiones, reflexiones acerca de todo lo que tenga que ver con la literatura, el cine y la TV de género.

Me confieso un apasionado (o friki que dicen algunos) de las series de televisión, del cine y la literatura de terror, de ciencia ficción y fantasía pero también me apasionan la novela y el cine históricos, el policiaco y el ensayo.

¿Mis filias (o perversiones) particulares? Muchas, sobre todo en lo que respecta al cine y la televisión: Star Trek, por supuesto (la serie original), pero también el cine clásico, el cine japonés, el cine de terror de la mítica Hammer Films, el cine oriental en general y el de artes marciales en particular (Shaw Bros. of course), el cine de terror italiano (Bava, Argento, Fulci), el cine de Harryhausen, el de Paul Naschy…

De todo eso y un poco más encontraréis si os asomáis por aquí pero recordad: el fin último de todo esto es compartir así que estaré encantado de hacer eso mismo con todos vosotros y me alegraré mucho más si alguno de vosotros decide hacerlo también conmigo y con este sencillo blog así que sin más preámbulos… ¡Bienvenidos y adelante! Pasad, pasad y atreveos a cruzar de mi mano el portal al borde de la eternidad...